Cuando todo se para...
Cuando
todo se para…
Cuando
las circunstancias a tu alrededor te obligan a detener tu ritmo cotidiano, a
veces te encuentras en una interesante situación de no saber qué hacer…
Incluso
no hay ánimo para hacer lo que uno sabe que había que hacer desde hacía
tiempo.
Todo
está ahí, frente a uno… Se tiene el tiempo para ello, pero uno no sabe por
dónde empezar, porque no estaba en los planes tener tiempo para hacerlo.
El
escapismo a través del televisor, los videogames, internet, los mensajes de
texto, se encuentra a la orden del día. Pero no alcanzan a llenar el vacío generado
por el quiebre del ritmo que nos sostenía.
Entonces…
cuando todo se para… tal vez sea una oportunidad para detenernos y observar: a
nosotros mismos, nuestra vida, el sentido de lo que hacemos y lo que
verdaderamente queremos hacer.
Algo
similar sucede con la enfermedad. No
importa su gravedad, casi siempre se la considera algo negativo. Sin embargo - y ya muchos lo han
experimentado a lo largo de los siglos -, tal vez la enfermedad sea un “paro” a
nuestro ritmo o arritmia cotidiana, invitándonos a detenernos y observar: a
nosotros mismos, nuestra vida, el sentido de lo que hacemos y lo que
verdaderamente queremos hacer.
El
escapismo ya no es una solución. A la
enfermedad, o le hacés frente o te come. Es como un espejo que te muestra el
vacío que no has podido llenar, te muestra aquello que es tu verdadera
necesidad, te muestra un rumbo real.
Todo
está ahí, frente a uno… Se tiene el tiempo y la necesidad para ello, pero uno
no sabe por dónde empezar, porque no estaba en los planes tener tiempo para
hacerlo.
Incluso
aunque no hubiera ánimo para hacer lo que uno sabe que había que hacer desde
hacía tiempo, se vuelve imperiosa su realización.
Cuando
las circunstancias generadas por tu cuerpo te obligan a detener tu ritmo
cotidiano, es probable que te encuentres en una interesante situación…
Cuando
todo se para…
¡Vive!
Alejandra
Lucía Rotf
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